Inquieto
Partí
temprano, a buscar tus ojos,
los
extrañé tanto aquel día,
como
una rama, al capullo de hinojos,
que
el día antes, en su lugar florecía.
Dormir
¿para que? Me pregunte azaroso,
si
no estas tú, aquí a mi lado,
si
mis ojos por buscarte llorosos,
estaban
rojos, como un atardecer pintado.
Partí
en busca de tu bello ser,
era
el penúltimo día de julio,
y
yo necesitaba mujer,
de
tu risa bella, de plenilunio.
Llegué a tu lado, inquieto,
vi
tu ser allí, convaleciente,
entonces
delicado, tu mano aprieto,
y
un beso suave, puse en tu frente.
Tú
dama fuerte, hoy quebrantada,
con
espíritu bello, me sonreíste,
calmose
mi alma, aquella alborada,
pues
dios te guardó, y no lo supiste.
Oré
por ti, toda la noche,
y
cuando vi que restablecías,
volví
a vivir con el derroche,
del
mismo sol, todos los días.
Autor: José Prado
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