Atardecer de Octubre

Atardecer de Octubre

En aquel atardecer, de Octubre,

hermoso recuerdo, bellos amores,

muy lejos tu rostro, de mis horrores,

dolor que hoy sin verte, mis ojos cubre.

El recuerdo lejano, me descubre,

este intenso sentir, de mis dolores,

saboreando una lagrima, que encubre,

delicado sentir, de mis rubores.

Aunque sea negro, el velo de la niebla,

mi pluma, al escribirte no se rebla,

porque el amor seguro, es muy gentil.

Hoy en esta tarde de octubre, te escribo,

pues recordando tu rostro, yo recibo,

mi inspiración, sensual y varonil.

Autor: José Prado

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Águila rapaz

Águila rapaz

Águila rapaz, en cuerpo de mujer,

provocas, con sangre de hombres vestida,

te burlas rampante, del tierno querer,

ave de rapiña eres, desmedida.

Se fue de tu vida, una vez aquel ser,

que quisiste, con tu luz encendida,

traicionó tu alma, con dureza sin tener,

esa piedad a un alma, bien querida.

Tu corazón rojo, vistió de luto,

tu rostro antes alegre, se hizo enjuto,

la rabia furiosa te volvió incapaz.

De entregar de nuevo, el alma con pasión,

de volver de nuevo, rojo tu corazón,

y te volvió indolente, un águila rapaz.

Autor: José Prado

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Recuéstate tranquila

 Recuéstate tranquila

Recuéstate tranquila, ojos cerrados,

por favor, déjate puesta el antifaz, 

deja tus ojos ocultos, guardados,

al fetiche sensual, salvaje y rapaz.

Tranquila aguarda, el toque de mis manos,

el beso tierno, suave, dulce y capaz,

de unos labios cariñosos, ufanos,

que te aman, con esta dulzura veraz.

Vaya pues mi mujer, tan buena y hermosa,

con total confianza, y fino denuedo,

pues nunca, nunca yo, te he de traicionar.

A recibir hasta en sueños, la rosa,

nunca el dolor, ha de pinchar tu dedo,

pues mi corazón yo, te he de regalar.

Autor: José Prado

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Vestida de noche

Vestida de noche

Vestida de noche, caminabas,

tacones altos en tus pies,

con paso que cristalizaba,

al mismo mar, sin un traspiés.

Persona orgullosa y fuerte,

no temes hacer el mal,

y hasta la misma muerte,

te ve de a cierto, como rival.

Vaya pues, la mujer mala,

a dudar, sin respetar,

eres un barco, con mucha cala,

que no se puede atracar.

Recuerda que la belleza,

Dios, no suele perdonar,

si abusa y causa tristeza,

y al prójimo, no sabe amar.

Vestida de noche, negra mirada,

parte al futuro, ya vas a ver,

que siempre acaba la madrugada,

también la belleza de una mujer.

Autor: José Prado

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Exhausto amanecer

Exhausto amanecer

Amanecía hoy mujer, amanecía,

con la luz, de aquel sol insolente,

mi pecho de pasiones, estremecía,

de sensualidad llena, toda la mente.

Las pieles tibias, efluvios emanaban,

esos olores de sexos elocuentes,

nuestros cuerpos, a las almas dejaban,

llenas, por ardores impacientes.

Surgió el querer, con la pasión,

nacieron caricias enamoradas,

esas que llenas de ilusión,

alumbran, hasta las madrugadas.

Amanecía mujer bella, amanecía,

con ese tierno sentir, del amante,

que en su idioma silente, nos decía,

mensajes de amor, a cada instante.

Así revueltos con la almohada,

en sabanas mojadas por sudor,

concluyó por fin la alborada,

exhaustos ambos por el amor.

Autor: José Prado

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Irma

Irma

Llegó la noche ténebre, oscura,

como esas noches de dolor,

en el aire no había criatura,

que no hubiera partido, con temor.

El viento raudo, con aullido rabioso,

destruyendo lo que hicimos en la vida,

la lluvia fuerte, del huracán poderoso,

inundando nuestra alma adolorida.

El fragor intenso gritaba Irma,

ese nombre odioso, y demoledor,

que en nuestras vidas dejó su firma,

firma de tristeza, y sinsabor.

Pero el hombre no se aminora,

siempre regresa con la fuerza de Dios,

somos invencibles, y a toda hora,

resistimos sin decir a la vida un adiós.

Volveremos, dijo una vez un general,

y hoy nosotros lo vamos a repetir,

no nos importa todo este mal,

nada impedirá nuestro vivir.

Arriba que a una nos unamos,

arriba que es hora de reconstruir,

somos la raza de los humanos,

poderosa, aunque tengamos que gemir.

Irma odiosa, tú fuiste a tu final,

y nosotros, aquí quedamos para luchar.

Autor: José Prado

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Casi en la superficie

Casi en la superficie

Una vez pediste, te dejaran flotar,

nadar libre sin miedo, con libertad,

que tu cuerpo, se deslizara por un mar,

de sueños eróticos, pero con verdad,

querías saber que pedir, que añorar,

a la vida épica si… y a su realidad.

Partiste, como una tintorera voraz,

buscando a quien, a quien devorar,

en donde lanzar, tu ataque locuaz,

pero no se puede soñar al nadar,

pues en la vida, hay que ser muy sagaz,

para una cosa buena, poder lograr.

Despertaste, en el fondo rocoso,

hacia arriba por fin, lograste mirar,

te impulsaste, con esfuerzo riguroso,

para a la superficie, poder llegar,

desnuda te dejó, el esfuerzo poderoso,

para que de cero, pudieras comenzar.

Autor: José Prado

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