Déjame,
aunque sea una vez
Déjame
ver, la intimidad de tu piel,
déjame
gozar, el suspiro de tu pasión,
déjame
volar los espacios, que de hiel,
llenan
los deseos de mi corazón,
porque
ansío conocer, el sabor de la miel,
que
excita, en mi mente la ilusión.
Déjame
bajar despacio, a ese pozo,
déjame
tomar, de él fieramente,
déjame
disfrutar, de tu boca el retozo,
de
un beso tierno, que de repente,
haga
sentir en mi alma, aquel gozo,
del
amante cruel, e insolente.
Déjame
oír, tus agudos suspiros,
cuando
mi boca, disfrute tu sabor,
y
tu agitado pecho, de locos respiros,
cuando
ansiosos, hagamos el amor,
buscaré
formas, en viejos papiros,
para
que tiembles mujer, con ardor.
Y
al final, entre la sabana estrujada,
llenas
de recuerdos, húmedos de sexo,
tu
tierno cuerpo, me usará de almohada,
y
en mi muslo apoyado, tú suave convexo,
esperarás,
a la brillante alborada,
con
el alma y sentir, a tu cuerpo anexo.
Déjame
llegar, aunque sea una vez,
ver
de cerca, el rubor bello de tu tez.
Autor: José Prado
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