Por vez primera
vi tu cuerpo,
por vez primera se
movió tu cabellera,
y se alumbraron
los mismos cielos,
al fin llegaba la
primavera;
llego a mis ojos
la impresión,
del deseo infinito,
ladrón furtivo,
que enloqueció mi
Corazón,
en un eterno, y
robado suspiro.
Brilló tu piel en
embeleso,
llena de luz, y de
armonía,
como un canto de
Dios,
en una celestial
sinfonía,
percibí por mis
ojos,
el sentir, y el
placer,
porque al fin
miraba
tu belleza de mujer.
Cambio de una
simple silueta,
de lo invisible,
a lo cierto,
ya no habían
nebulosas,
en mi cerebral
universo;
se descubrió al
fin la cima,
de dos montes
hermosos,
nunca sobre ellos
habrá nieve,
pues son, ufanos
y orgullosos.
Autor: José Prado
@Derechos reservados por el autor
USA
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