Guerra sin enemigos
Te guardé con duras cadenas,
en un bastión solo, solo mío,
donde te bañé con rocío,
donde quité todas tus penas,
con aquel intenso desvarío,
que te dieron, mis caricias plenas.
Fue un lugar, para darte mi mano,
hubo un desliz fuera de momento,
que envileció mi pensamiento,
de ser irreverente, pecador, humano,
ocurrió el febril lanzamiento,
de tu sexo, ardiente y ufano.
Allí fuiste mi fiel prisionera,
allí te mordí los labios,
con esos crueles resabios,
del hombre que tanto espera,
sintiendo los presagios,
de su alma, bandolera.
Allí tú y yo, solos sin testigos,
luchamos por tu libertad,
no se quien ganó en verdad,
pues fue guerra, sin enemigos,
al final… al final no hubo piedad,
y sufrimos felices, nuestros castigos.
Autor: José Prado
@Derechos reservados por el autor
USA
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