Nadie
más
Era
noche cerrada, cielo de luna llena,
en
mi alma tú… completamente encendida,
mi
intenso deseo de amar, que tanto me apena,
añorando
tú andar, de mujer consentida.
La
luz de la noche, marcaba mi pecho,
con
el suave titilar, de luceros y estrellas,
tu
risa sonora, retumbaba en mi lecho,
con
la punzante ternura, de fuertes querellas.
Mujer
que mis sueños, llenas de vida,
la
luna pretende, calmar tu derroche,
pero
tus besos sonoros, le dan despedida,
cuando
llega la aurora, acabando la noche.
Entonces
despierto, y miro a mi lado,
con
ese sobresalto, de duda que aún,
oscurece
mi vida, por mi triste pasado,
tan
negro él… como el mismo betún.
Pero
¡Albricias! Allí estas recostada,
tu
pelo muy negro, en mi pecho revuelto,
oscurece
mi piel, se enreda en mi almohada,
porque
así eres tú, de carácter resuelto.
Que
Dios te bendiga, mi bella mujer,
que
te tenga a mi lado... hasta que me vaya,
que
no tenga en mi vida, otro querer,
ni
en mi lecho de muerte, nadie más haya.
Autor: José Prado
@Derechos reservados
por el autor
USA
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