Mirando al cielo alumbrado,
hallé una nube hermosa,
blanca y espesa espuma,
de curvas indecorosas,
recordé la figura de Diosa,
que una vez hinchó mi pecho,
y se quedó mi corazón,
de ilusiones deshecho.
Viajó mi mente a lo lejos,
allá al cielo, en lontananza,
detrás de aquella nube,
que devolvió mi esperanza,
y busqué en ella reflejos,
que me pudieran traer,
a mi lado el sueño,
de tu bello querer.
Partí, busqué y robé,
de esa nube mi desvelo,
y te traje a mi lado,
por el inmenso cielo,
quedose perpleja,
aquella nube robada,
y se diluyó suavemente,
al final de la madrugada.
Autor: José Prado
@Derechos reservados por el autor
blanca y espesa espuma,
de curvas indecorosas,
recordé la figura de Diosa,
que una vez hinchó mi pecho,
y se quedó mi corazón,
de ilusiones deshecho.
Viajó mi mente a lo lejos,
allá al cielo, en lontananza,
detrás de aquella nube,
que devolvió mi esperanza,
y busqué en ella reflejos,
que me pudieran traer,
a mi lado el sueño,
de tu bello querer.
Partí, busqué y robé,
de esa nube mi desvelo,
y te traje a mi lado,
por el inmenso cielo,
quedose perpleja,
aquella nube robada,
y se diluyó suavemente,
al final de la madrugada.
Autor: José Prado
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