Lagrimas de amor

 
Lagrimas de amor

Cuantos días, alumbraste mis mañanas,
cuantos desvelos, en tiempos dormidos,
cuantos fueron mis deseos contenidos,
por no… por no molestarte mi dama.

¿Cómo se volvió desamor,
todo el tiempo de mi mundo?
¿Cómo se torno en dolor,
un querer tan profundo?

¿Cómo se apagó la llama?
¿Cuando se acabó mi suerte?
¿Cuando? Si creí mi amor fuerte,
y confíe en ti, mi fuerte dama.

Hoy solo, sentado en mi cama,
doliéndome el corazón,
mis tristes lagrimas de amor,
lloré, lloré en mi almohada.

Autor: José Prado
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Columna de mármol

Columna de mármol

Tu cuerpo de Diosa, reina mía,

como una fuerte estructura,

allí de pie, en mis versos te veía, 

hecha de bello mármol, criatura.

Como no ver tú dulzura,

como no asombrar mi sentir,

si parecías, una pétrea armadura,

con muchas ganas de vivir.

Tus piernas firmes, deliciosas,

tu piel mojada por el sereno,

y yo mirando tus curvas preciosas,

enamoradas ellas, de tu seno.

Tu mirada no importaba,

tu rostro tierno tampoco,

solo tu figura me transportaba,

a mis tiempos de joven loco.

Y pensé, sin sentimiento de culpa,

con alma de un joven otoñal,

como extraería tu pulpa,

con insistencia bestial.

Volví a tiempos de antaño,

con esa febril resistencia,

porque todavía, no llegó el año,

que me llene de impotencia.

Y reí si, para mis adentros,

con mi picardía natural,

esa que vive en los encuentros,

del querer lascivo e ilegal.

Autor: José Prado

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Vida rencorosa y dura

Vida rencorosa y dura

Cuantos dolores soportó mi corazón,

y nunca te culpé con resabios,

nunca perdí de ti la ilusión,

nunca te ofendí con mis labios,

siempre mantuve en mi razón,

el recuerdo de tu pintalabios.

La santidad, nunca me caracterizó,

la hipocresía, esa tampoco,

siempre te amé cuando amaneció,

sin pensarlo como un loco,

porque tu cuerpo una vez me dio,

la pasión de tu amor, poco a poco.

Pasó el tiempo, como el viento,

rápido, fugaz y altanero,

nunca dejé de ser atento,

fui humilde y verdadero,

quizás tuve un mal momento,

pero siempre fui muy sincero.

Mi alma he mantenido pura,
como una blanca y tierna rosa,
he cuidado de regalar ternura,
y de evitar traición tenebrosa,
pero la vida rencorosa y dura,
hirió mi día, con soledad dolorosa.

Autor: José Prado

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Estrella forrada de chile

Estrella forrada de Chile

Tus ojos negros, color de noche,

tu pelo oscuro, cascada azabache,

tus ojos de almendra, insano derroche,

que añorando esperan, los apapache.

Tu risa amplia como la llanura,

tú cara tersa, como la seda,

tu mirada brilla, con pícara dulzura,

con una voz que… que en el alma queda.

Lejana estrella, forrada de Chile,

picoso entorno, que arde al pasar,

quiero que un beso suyo me fusile,

muerto quiero, quedar en su amar.

Volcanes de fuego, dejan mi vida,

como carbón encendido, por ser pasional,

porque prefiero, sentir mi alma perdida,

que olvidar su cara, y mi deseo carnal.

Autor: José Prado

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Tarde de añoranzas y espera

Tarde de añoranzas y espera

Tarde gris, llena de añoranzas, 

tras el cristal, todo parece normal,

quien pensaría que en lo personal,

están perplejas, las esperanzas.

Tarde que se aloca, con tristeza,

no importa nada el sentimiento,

ni la vida, porque el sufrimiento,

opaca a veces, a la belleza.

Desde mi lugar, parte el triste soñar,

desde tus ojos, el paisaje lejano,

que no tiene brazos, tampoco manos,

que calmen… calmen las ganas de amar.

Allí frente al balcón, parada,

tu silueta lo dice todo,

y el silencio a su modo,

espera, espera la madrugada.

Parte ya tarde, llena de nubes y tristeza,

déjala amar, con sentir enamorado,

deja que por fin llegue, ese ser amado,

y quede al mirarte, preso él de tu belleza.

Autor: José Prado

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Tierno estribillo

Tierno estribillo.

Déjame velar tu sueño, en tu cumpleaños,

déjame mirar tus ojos, ahora cerrados,

y que mi corazón, parta en sueños alados,

a tiempos atrás, ahora ya extraños.

Candores y risas, me dejas a veces,

en ciertos momentos, que son muy humanos,

que el tiempo cruel, con sus terribles manos,

hacen huir de mí ser, como veloces peces.

Y solo queda, en mi mente tú figura,

tus ojos cerrados, que no descubren piedad,

y es que el tiempo… el tiempo con maldad,

alejó… alejó mis manos, de tu dulzura.

Estas letras son, mi regalo sencillo,

pero es bueno, porque es de corazón,

que Dios siempre te de, fuerzas e ilusión,

y que en mi inspiración seas, un tierno estribillo.

Autor: José Prado

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Ilusa mujer, ilusa

Ilusa mujer, ilusa

¿Para que recordar, momentos de antaño?

¿Para que humedecer, mis ojos ahora?

Si ya casi, casi pasó todo un año,

desde que te fuiste, maldita esa hora.

Iluso el pensar, el pensar del olvido,

que llenó tu corazón, con voz inaudible,

y dejaste atrás, el amor que hoy perdido,

está en un olvido perpetuo, e invisible.

Ilusa mujer, tienes que ser ilusa,

oyendo voces, de envidia y de celos,

que volvieron a tu alma una intrusa,

en la casa, donde no tenías desvelo.

Hoy sola, lejana y atrapada,

a veces tratas de buscar perdón,

de un alma que desbaratada,

tiene destrozado, a su corazón.

Ilusa mujer ilusa, me dejaste solo,

y el alma buena sufre, pero también olvida,

y cuando te olvide, dejaré tu recuerdo en el polo,

donde el frío es blanco y no existe… no existe ya vida.

Autor: José Prado

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Nublada mirada

Nublada mirada

Se nublaron tus bellos ojos,

con la inmensidad, de los recuerdos,

con el dolor que en los avernos,

habita con tristeza y debilidad,

y se erizó tu alma, con el veneno,

que… que maltrató tu sensibilidad.

Se llenó mi alma de tristeza,

porque nunca vi esa mirada,

nunca te vi triste y maltratada,

por los tiempos y su vileza,

que te hicieron sentir, derrotada,

a pesar de tu fuerte naturaleza.

Nunca más quiero sentir tu dolor,

menos aún quiero ver tu llanto,

es que a mi corazón dolió tanto,

ese momento agrio de desamor,

que juré protegerte con un manto,

que borre todo el pasado, con amor.

Que pase el recuerdo tedioso,

deja llegar, sentir lindo de cuidado,

porque nunca, a esos labios ha llegado,

un amor leal, puro y hermoso,

nunca… nunca te han acariciado,

con un amor de hombre, poderoso.

Autor: José Prado

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En tu bañera

En tu bañera

Descansando del duro trabajo,

recordando tiempos mejores,

la música grave de un contrabajo,

te hace recordar, viejos errores.

Allí dentro de tu bañera,

en tranquilidad soberana,

recuerdas la alzada bandera,

que te amaba en la mañana.

Los besos, las caricias de amor,

los abrazos que te guardaban,

cuando a ratos sentías dolor,

y con ternura bella, te cuidaban.

Muy lejos, muy lejos quedó,

abandonada sin razón,

esa alma que tanto amor dio,

sola… sola con su roto corazón.

Todavía queda la esperanza,

nunca a ella, se acerco el desamor,

porque esta alma tiene templanza,

que le regaló, el limpio candor.

Autor: José Prado

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Hembra guerrera

Hembra guerrera

Ansiosa la mirada, reina del querer,

boca lasciva, labios insidiosos,

tu deseo es locuaz, es ardiente y ansioso,

con el sentimiento fiero, de mujer.

Húmedo vientre, ávido el mirar de tu ser,

mirada limpia, en ese cuerpo hermoso,

que vibra fuerte, ante el sexo precioso,

que se avecina corriendo, al amanecer.

Piernas poderosas, de hembra guerrera,

saca mi espada, lista y prisionera,

haz peripecias, que te lleven al placer.

Llévame preso, de lujuria sensual, 

por el palacio, de tu cuerpo celestial,

con un sentir, que nunca he de envilecer.

Autor: José Prado

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Pincelada

Pincelada

Se alumbró la tarde, en suave pincelada,

con risas, canto, con tu voz de mujer,

se demoraba aún la blanca alborada,

había… había tiempo para querer,

para admirar, la belleza enamorada,

de tu cuerpo, de tu cuerpo de mujer.

Tu vientre blanco, duro y soberano,

tus brazos marcados por el poder,

llenó mi mente de puro verano,

el otoño maduro, no se pudo contener,

como mantener, alejada mi mano,

de tanta belleza, tanta belleza de mujer.

Voló mi pluma, por la página blanca,

con lustre de luna, con rayos de sol,

se creó en mi mente, una viva estampa,

me sentí de pronto, El Cid campeador,

cabalgué como un llanero en la pampa,

me llené de un poder, ciego y renovador.

Así es la vida, del hombre poeta,

siempre es un fiero león al amar,

no importa de los años la silueta,

su alma de hombre, está lista para pelear,

para protegerte de la traidora saeta,

que alguna vez quiera, hacerte llorar.

Autor: José Prado

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Tristeza y desazón

Tristeza y desazón

Veo tu cara hermosa, reina mía,

tus ojos claros, lanzando destellos,

que grande es mi tonta osadía,

que deja mi pecho, sin libre resuello.

Tu carne tersa, de joven mujer,

llena de tierna hermosura,

hizo a mi viejo corazón querer,

con pasión de joven criatura.

Tu rostro hoy, triste y enjuto,

me hizo odiar al tiempo cruel,

que te ató a un ser que refuto,

porque sacó de tu alma, tristeza y hiel.

Pero sola, fuerte y luchadora,

aunque a veces te doble el dolor,

tu cuerpo cansado, necesita ahora,

el apoyo que solo da, un buen amor.

No ves, en ese interno barullo,

en tu mente joven, sin experiencia,

que a tus oídos llega, un murmullo,

de un querer puro y con sapiencia.

¿Quien sabe? Dice el triste poeta,

¿Quién sabe? Si tocará tu corazón,

la punta ilusa, de la amorosa saeta,

que te hará olvidar, tristeza y desazón.

Autor: José Prado

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Tacto ardiente

Tacto ardiente

Mírame con ojos enamorados,

con la luz intensa, de la pasión,

esa que llena, el cuerpo y corazón,

con un deseo de colores dorados.

Toca mi vientre, con dedos alados,

descalabra mi sentir y razón,

con esa sana y fuerte desazón,

que causan orgasmos, desesperados.

Ámame así, sin rubor ni recato,

con tacto ardiente, y descaro innato,

con un amor de fiera, sin rubor,

Porque mi sexo vuela, como brisa,

él nunca se apura, no tiene prisa,

no quiere se acabe, nuestro amor.

Autor: José Prado

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Cubriré de besos tu piel

Cubriré de besos tu piel

Las ansias me matan, mujer preciosa,

el deseo inmenso, de beber la miel,

que destila tu cuerpo de Diosa,

de olvidar otrora, momento de hiel,

he de amarte con pasión peligrosa,

y con ganas, cubriré de besos tu piel.

Morderé tu cuello, como león hambriento,

aspiraré con delicia el aroma suave,

ese que me regala, tu pecho sediento,

entre suspiros ligeros como el ave,

y el estertor ardiente, que se lleva el viento,

de un volcán eructo, en singular deslave.

Te amaré como nadie… nadie lo ha hecho,

con la pasión intensa, de una otoñal tormenta,

no importa si está afuera, expuesto mi lecho,

tu cuerpo tomaré, como se toma la dulce menta,

despacio, absorbiendo tu sabor deshecho,

en roja pasión, para que mi alma no mienta

Y cuando termine la noche, te dejaré un clavel,

y de nuevo cubriré… cubriré de besos tu piel.

Autor: José Prado

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Verso de pluma descalza

Verso de pluma descalza

Curvas de cielo, tu cuerpo bello,

perfección hermosa, es tu figura,

si… diosa airosa, tierna criatura,

tu rostro delicioso, es un destello,

no puedo entender, tanta hermosura,

mi pecho se desboca, en un resuello,

Tu risa fuerte, a mi alma alegra,

en los momentos, que comparto contigo,

siento impaciente, el grande castigo,

del tiempo cruel, con alma negra,

la noche es, nuestro gran amigo,

pues mi dolor, con tu candor se legra.

Candente el horizonte, de azul cielo,

hermosa libélula, de transparente ala,

es ese sentir, que mi corazón cala,

causándome ansiedad y desvelo,

de mis ojos, una lagrima resbala,

recordando, la suavidad de tu pelo.

Curvas de fuego, labios de rosa,

hoy mi inspiración se ensalza,

porque tu belleza, sentimiento realza,

en volar cándido, de mariposa,

mi versar, es hoy pluma descalza,

que escribe al fin, segura, y poderosa.  

Autor: José Prado

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Llegó un nuevo amor mujer

Llegó un nuevo amor mujer

Hoy amaneció más temprano,

la noche se hizo serena,

en mi alma valió la pena,

tener tu rostro, en mis manos.

Llegó un nuevo amor, mujer,

de esos que aman, duro y humano,

rudo sentir, toque de mano,

en tu piel ardiente al querer.

Besé tu cuello, sentí tu olor,

se me embriagó, toda el alma,

mi pelo meció, como la palma,

herida por el viento con furor.

Se erizó mi dura espalda,

cuando tu mano, tocó mi piel,

y en mis labios quedó la miel,

que con dulce dolor, me escalda.

Llegó un nuevo amor, mujer,

volvieron, los tiempos felices,

a mi campo, volvieron las perdices,

de la pasión a volar, gritar y correr.

Mis sabanas son, áspero rebozo,

rozan mi cuerpo, me hacen daño,

es que por sabio, no me engaño,

eres para mi, dorado calabozo.

Cuando te veo feliz, soy feliz,

ríes y te mueves con locura,

se fue de tu alma, la amargura,

y te sientes al fin, mi emperatriz.

Autor: José Prado

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Isael Alba

Isael Alba

Mi amigo del alma, fuiste una vez,

pero el tiempo te hizo, un padre segundo,

cuantas veces, contuviste mi altivez,

de hombre joven e inmaduro, en este mundo.

La amistad se convirtió en amor,

cuando dolía yo, en duros momentos,

tu palabra con sabiduría y favor,

fueron para mi, mil y un sacramentos.

Hace solo unas horas, tomé tu mano,

traté de entender lo que decías,

pero en tus ojos miré, que siendo humano,

me dejabas saber, tu profecía.

Te despedías, de tu amigo de años,

tu mano estaba allí, entre la mía,

yo recordaba padre, tiempo antaño,

pero viejo lindo, sabía lo que venía.

Yo se que hoy, descansas tranquilo,

que mis lágrimas, no ves en este día,

pero en mis letras dejo en vilo,

este sentir triste, que mi corazón roía.

Adiós amigo, hombre, padre bueno,

solo a Dios pedí un deseo,

que tú partir fuera, suave y sereno,

hoy en su memoria allí… allí te veo.

Autor: José Prado

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