Todo dueño

Todo dueño

Se descubrieron los hombros,
y quedó mi curiosa mirada,
sobre tu piel, con asombro,
indeleblemente incrustada.

Cayó la manta a tu centro,
y como en un corazón,
se agolpaba mi sangre,
que se convertía en ardor.

Sostuviste coqueta,
mi pasional mirada,
mientras cubrías tu cuerpo,
ese cuerpo que deseaba.

Ardió mi cuerpo con ganas,
arrebaté aquello que me separaba,
de tu cuerpo y del sexo,
que con pasión derramabas.

Miré por fin la belleza,
que ocultabas sin razón,
solo porque coqueteabas,
con mi alma y mi ilusión.

Tomé tu cuerpo poco a poco,
luego tu romántica pasión,
y entre besos me hice todo dueño,
de tu risa y tu candor.

Autor: José Prado
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