Una voz de corazón,
oyó mi oído, lejana,
y se abrió la ventana,
esa que da vista al amor;
curioso me asomé a ella,
y quedé asombrado,
por la triste mirada,
de un rostro enamorado.
Grité “OYE” con presteza,
buscando llamar su atención,
vi que era una belleza,
hecha por un escultor,
miré sus muslo de acero,
su vientre recio, marcado,
con las huellas que el ejercicio,
en ella hubo dejado.
Pensé ¿Por qué tan triste?
Si debe ser codiciada,
y con voz queda me dijo,
que no era bien amada,
que sufría mal de amores,
que no eran atendidos,
y perdí mis sentidos,
ante tan ingratos dolores.
La amé con dulzura,
le regalé sutileza,
le di toda la ternura,
que necesitaba con presteza,
la amé como el fuego a la pradera,
con intensidad, y fuerza,
de amores la dejé inmersa,
aquella linda primavera.
Y desde aquella noche,
cuando se oculta el sol,
recuerdo la quimera,
que ataba su razón,
y le doy gracias a la vida,
pues me regaló la bendición,
de poder escuchar su suave;
su suave voz de corazón.
Autor: José Prado
@Derechos
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