El dilema de la belleza.
Mirose una
rosa,
en un
charco de agua,
sucio fue
su reflejo,
y se vio
horrorosa;
sintiose
avergonzada,
ante todo
el rosal,
y sus hojas
y pétalos,
comenzaron
a marchitar.
Llovió
entonces con fuerza,
y al agua
del charco,
llegó la
limpieza,
con natural
encanto;
pasó un
tomeguín,
vio de la
rosa su encanto,
y le gritó ¡bella
rosa!
con su
dulce canto.
Mirose la
rosa de nuevo,
de nuevo en
el charco,
y vio su
belleza el reflejo,
que
ocultaba antes el fango;
y aprendió
con alivio,
que la
belleza a veces,
se oculta a
nuestros ojos,
como lo
hacen los peces.
Sus pétalos
y hojas,
abrieron a
su sol,
porque era
bella la rosa,
como bello
es el amor,
nunca más
dudo ella,
de su lindo
color,
se vio
bella una vez,
y aprendió
a ser una flor.
Toda mujer
es una rosa,
que a veces
sin razón,
ocultan su
belleza,
como lo
hizo la flor.
Autor: José Prado
@Derechos reservados por el autor
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