Sola estaba mi alma
Sola estaba mi alma, sola sin esperanza,
era como si aquel viento, gélido y soez,
guiara rebelde ola, antes verde y mansa,
a un negro color de luto, de muerte y vejez,
y gobernara ahora la vida, que triste se cansa,
con la dureza, que nunca hubo una vez.
Bella era la vida mía, con ese eterno reír,
ese que alumbra las mañanas, junto al mar,
que de tus labios brotaba, como el sentir,
como de aguas mansas, un toque magistral,
pero llegó la envidia, y me hizo vivir,
el dolor injusto y cruel, de la maldad.
Sola quedó mi alma, en un lodazal,
aprisionada por dudas y temores,
pregunté ¿Fue malo mi actuar?
No entendía yo, tantos dolores,
si solo… si solo la supe amar,
con el más puro de los amores.
De pronto sola quedó mi alma,
sola, como los valles torrenciales,
que una vez se llenan, se desbordan,
para luego secar sus manantiales,
dejando la carne en la calma,
llena de silencios sepulcrales.
Autor: José Prado
@Derechos reservados por el autor
USA
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