Solo el tiempo y Dios
Tenebrosa la tarde del otoño,
sutil es aquel viento, que te envuelve,
arrodillada, ante el roto retoño,
de una rosa, que agoniza y revuelve.
Tenebrosa la luz de tu mirada,
son tan grises, tus perennes entornos,
que de sombras, al llegar la madrugada,
oscurecen, amores y contornos.
Tenebrosas tus rodillas dobladas,
hallaron que sin fuerzas, aún vivían,
y el embate del dolor, martirizadas,
con aquel estoico valor, resistían.
Marchitas rosas… muertas las miradas,
el tiempo y Dios, con su amor las revivían.
Autor: José Prado
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