De nuevo, mujer de amor
Era una tarde
serena, cuando te conocí,
hasta ese
entonces, no había inquietud,
todo era
tranquilo, todo era claro, tenía luz,
de pronto
llegaste, como un ciclón te sentí.
Miré tus ojos de
almendras, color de miel,
tu cuerpo de
diosa, divina, y hermosa,
olías a exótica fragancia,
aroma de rosas,
tu cuerpo miraba,
y tersa era tu piel.
Dorada cubierta
la tuya, mujer de amor,
todo era tan bello,
tan perfecto, y natural,
sentí mi cuerpo
se elevaba, sin poderlo evitar,
ya no estaba tranquilo,
sudaba la pasión.
Toqué tus
hombros, tú estabas sentada,
te estremeciste,
temblaste a mi contacto,
supe que eras mía,
ahí mismo, en el acto,
mientras
suavemente, tus hombros tocaba.
Tu voz trémula me
pidió: para, no me toques,
reí sabiendo que
tu cuerpo, era un manantial,
aguas dulces,
mezcladas con cristales de sal,
deseos prohibidos,
quedaron de aquel roce.
Paciente esperé
tu llamada, que no podía esperar,
tenias guardado
mi toque, en tu cuerpo mis manos,
en tu mente mi
risa, en tu pecho el deseo malsano,
¿Que podías
hacer? Dime tú, tenías que traicionar.
Nos amamos, como
locos cuando llego el momento,
ardió la pasión, ¿Quien
pensaba en él, o en la razón?
Si cuando tus
labios besé, ya era mío tu sentimiento,
no te culpes
mujer querida, si te faltaba el amor.
Vida separó
nuestros cuerpos, lejanos, pero sin olvido,
siempre hubo corazón,
en nuestras almas, siempre belleza,
hoy escuché tu
voz, pareció tener tu aliento en mi oído,
y sin poderlo
evitar, de nuevo me enamoré de tu simpleza,
Autor: José Prado
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