Aquella tarde
Una vez te
sorprendí en la tarde,
supe de pronto
que tenia deseos de amar,
y a tu pecho me
fui a recostar,
pero tu piel era
fuego que arde,
toque tus hombros,
insinúe amarte,
y tú sin ni
siquiera hablar,
te dejaste besar,
y amar,
tampoco podías
controlarte.
Torné tu cuerpo,
y te quite la ropa,
de un empujón te
lancé a mi cama,
te hice saber que
eras mi dama,
con la fuerza de
mi alma loca,
seguías aun sin
hablarme,
pero mi cuerpo
ahora desnudo,
había penetrado
el escudo,
que tú nunca levantaste.
Te amé en aquella
tarde,
como se ama a la
vida,
algo que nunca se
olvida,
pues nunca podré
yo olvidarte,
aquí en mi pecho
dejaste,
el secreto de tu
amor guardado,
y aun hoy viejo,
y cansado,
sigo añorando
besarte.
Todo comenzó aquella
tarde,
en aquel lugar
escondido,
donde solo Dios
fue testigo,
de aquella locura
de amarte,
y aún hoy al
recordarte,
de espaldas en
aquella cama,
se quema… se
quema mi almohada,
porque no puedo
olvidarte.
Autor: José Prado
@Derechos reservados por el autor
No comments:
Post a Comment