Inquieta noche
Noche, esa eterna noche invernal,
viento escondido, tras un viejo pino,
con ese sonido seco, abismal,
que nos eriza, hasta el vello más fino.
Tu cuerpo, allá lejano, coloquial,
estimula como copa de vino,
tu risa contagia, amplia, colegial,
cómplice de nocturno desatino.
Tanto deseo tengo, de amarte toda,
con esa inquieta, oscura intensidad,
a la que mi alma ardiente, incomoda.
Cierro los ojos, busco sensualidad,
tu cuerpo es la religiosa pagoda,
donde hallo paz sabia, y felicidad.
Autor: José Prado
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