Dueña de mí destino
En cualquier
lugar nace el deseo,
en cualquier
lugar me provocas,
esas ansias que
evocas,
cuando desnudarte
te veo,
es como si un
condenado reo,
fuera a morir de pasión,
pues se llena de
ilusión,
y donde quiera te
encuentres,
mí mente vuela
pues siente,
el lujurioso
llamada del amor.
Arrodillada en el
suelo,
o acostada en mí
cama,
mí cuerpo te reclama,
la presencia de
tú pelo,
mí cara con
desvelo,
lo siente
revolotear,
suelto como ola del
mar,
abundante como el
cielo,
pues cubre como
un velo,
tú malvado
coquetear.
Tus caderas ahora
liberas
de ese pequeño
cubrir,
que me hace
dirigir,
mis ojos a tus
riveras,
ríos, lomas, y
enredaderas,
forman tú sexo
divino,
bello, sensual, y
fino,
pero es férrea la
condena,
que a mí alma encadena,
y es dueña de mí
destino.
Autor: José Prado
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