Hombre del placer
Ojos abiertos
miraban mí ser
como a un camino
derecho,
por el deseo ya
hecho,
en tú mente de
mujer,
como cascada
llegó a ser,
tú diamantada
cabellera,
sobre mí pecho
enredadera,
y sintiendo yo su
olor,
me olvidé del
pudor,
convirtiéndome en
una fiera.
Arranqué de tus
hombros
la ropa que me
estorbaba,
de tú cabeza
quite la almohada,
ante tú mudo
asombro,
todo me parecía
escombro
ante tú extrema
belleza,
y entre tus
muslos la cabeza,
deje ahora, sin
tino caer,
y un suspiro de
mujer,
reavivo entonces
mí fiereza.
Ya no hubo mas
silencio
callar ahora ¿Para que?
Me levanté, y
penetré,
al valle de mis
tormentos,
rompí todos tus
cimientos,
sentí tu cuerpo
estremecer,
y tú boca de
mujer,
en mi oído, quedo
me decía,
bendito Dios sea
este día,
mí hombre del
placer.
Autor: José Prado
@Derechos reservados por el autor
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