Miré tus ojos
cerrados,
los besé con
emoción,
y dos lágrimas
nacieron,
de mí pobre
corazón,
una solo de
pensar que te perdiera,
la otra, porque
Dios me dio tú belleza,
no se que fue
mayor, si la primera,
o el orgullo de
tú nobleza.
Absorto en tú
cara de diosa,
no me podía
olvidar,
del temblor de tú
regazo,
del negro de tú
mirar,
era dueño de la
ternura,
¿que más podía
desear?
si tú cuerpo era
el mar,
del candor, y la
dulzura.
Quieto en tú
cuerpo quedé,
dentro, porque
deseaba,
oír los quejidos
que dabas,
cuando de tú
vientre me adueñé,
largos quedaron
en olvido,
el dolor, y la
tristeza,
pues tenía la
delicadeza,
de tus ojos
adormecidos.
Sentía en mi
pecho latidos,
sentía en mi
cuerpo deseo,
era un maleficio,
creo,
que me hizo
perder el sentido,
mirando tus ojos
cerrados,
disfrutando del
placer,
te hice mía, mía
mujer,
si… con tus ojos
cerrados.
Autor: José Prado
@Derechos reservados por el autor.
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