Pasión asesina
Tanto tiempo el deseo, en silencio inmerso,
nunca ambos, una palabra dijimos,
pero ese día, al mirarnos supimos,
que me transportas a un nuevo universo,
no tuvimos algo que pensar, o hablar,
las palabras se las llevó el viento,
solo regocijo de cuerpos sedientos,
sedientos por ardientes labios besar.
Un río de amores, de gimo, y ruegos,
como lava ardiente, que cae en el mar,
creaban vapores, de sudor carnal,
se desbordan los cauces del fuego,
y en aquel infierno de ardor, y agua,
con tu mar se entremezclan mis olas,
no… no podíamos ser personas,
en aquel momento, de sexo animal.
Fue un caudal, donde se hunden las almas,
tormenta hubo de piernas, labios y brazos,
el tiempo… el tiempo rompimos en pedazos,
del amor arrancamos, de raíces las palmas,
caudal intenso, ardiente, un vendaval,
fue nuestra desesperada, tormenta divina,
que nos dejó, aquella pasión asesina,
que aún nos quema, a la hora de amar.
Autor: José Prado
@Derechos reservados por el autor
USA
Tanto tiempo el deseo, en silencio inmerso,
nunca ambos, una palabra dijimos,
pero ese día, al mirarnos supimos,
que me transportas a un nuevo universo,
no tuvimos algo que pensar, o hablar,
las palabras se las llevó el viento,
solo regocijo de cuerpos sedientos,
sedientos por ardientes labios besar.
Un río de amores, de gimo, y ruegos,
como lava ardiente, que cae en el mar,
creaban vapores, de sudor carnal,
se desbordan los cauces del fuego,
y en aquel infierno de ardor, y agua,
con tu mar se entremezclan mis olas,
no… no podíamos ser personas,
en aquel momento, de sexo animal.
Fue un caudal, donde se hunden las almas,
tormenta hubo de piernas, labios y brazos,
el tiempo… el tiempo rompimos en pedazos,
del amor arrancamos, de raíces las palmas,
caudal intenso, ardiente, un vendaval,
fue nuestra desesperada, tormenta divina,
que nos dejó, aquella pasión asesina,
que aún nos quema, a la hora de amar.
Autor: José Prado
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