Odio, rabia, y
suerte.
Yo mirando tu
vida
celaba tu
alma,
que a todos
encantaba
con
frescura de palma;
celaba,
rabioso, callado,
no fueras a
saber,
que de
celos moría,
por no
poderte tener.
Miraba a
aquel hombre
ese que te
poseía,
y yo de
rabia, y odio,
poco, a
poco moría;
porque solo
yo sabía,
de mi
intenso querer,
que
consumía mi alma,
mi mente, y
mi ser.
Miraba tu
dura vida,
absolutamente
vacía,
pero tú
complacida
ciega, no
lo veías;
y yo por
ser hombre,
y no
hacerte sufrir,
me quedaba
callado,
queriendo
morir.
Un día por
fin a él, le hablé,
estaba yo
preparado,
pues
pensaba que él te amaba,
como yo te
he amado;
le conté de
mi corazón herido,
de mi
tristeza en el alma,
y el que se
llamaba tú marido,
ni siquiera
perdió la calma.
Cobarde, o
gentil,
no se, me
dijo el osado,
llévatela
es tuya,
yo nunca la
he amado;
no pude
contener la rabia,
no pude
contener mi mano,
lo abofetee
con rabia,
por su
descaro malsano.
Ahora ya
libre tenía,
el camino a
tu corazón,
pero cuando
te lo dije,
lloraste
sin razón;
porque tú
lo querías,
a pesar de
no merecerte,
y me fui…
solo me quedé,
con mi
odio, mi rabia, y mi suerte.
Autor: José Prado
@Derechos reservados por el autor
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