Monday, February 10, 2014

El dilema de la princesa




El dilema de la princesa

Noche de luna, viento de mar,
y la princesa de su Castillo,
hecho el de puro ladrillo,
quería salir a pasear.

La espuma del mar me llama,
yo desde aquí la puedo oír,
quiero mojarme las plantas,
quiero brincar, y vivir.

Así le dijo a su nana,
esa que la veía reír,
pero la princesa estaba presa,
ella no podía, no podía salir.

De aquel hermoso castillo
la princesa no podía partir,
y sus ojos del llanto,
estaban rojos como un rubí.

De pronto desde lo lejos,
se oyó el bramido del mar,
se rompían las olas,
y lejos se oía un clamar.

Miro la princesa por la ventana,
¿De donde venia aquella voz?
De lejos en la distancia,
allá un barco naufragó.

Nadando entre las olas,
entre blanca espuma, y sal,
se acercaba un joven grumete,
con cabellos rizos, como las olas del mar.

Salio corriendo a ayudarlo,
se mojó su vestido la princesa,
y cuando abrazo al grumete,
de amor, de amor cayó presa.

Ya no quiso la diadema,
ni la corona que pesa,
ya no quiso su vestido,
ni tampoco ser princesa.

Sus pies frescos, y mojados,
su cara de manzana fresca,
roja, roja su cara como sol,
feliz era al fin la princesa.

Nana me voy, dijo ella,
me voy con mi enamorado,
¿Por qué no? Dijo la nana,
si tú a él lo has salvado.

Soltose, la trenza la princesa,
suelto el pelo, mojada la falda,
allá se fue ella con su hombre,
aquel que salio, de la espuma blanca.

Quedose en vilo la nana,
mirándola riendo partir,
no hacía falta la riqueza,
¿Para que? Si era, si era feliz.

Autor: José Prado
@Derechos reservados por el autor
USA

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